Conoce un poco de la historia de la moda francesa de los 50, en la edición de enero de la revista Verest Magazine.

Moda francesa de los 50, del glamour al Prêt-à-porter

Entre los primeros referentes que nos vienen a la mente cuando hablamos de alta costura es sin duda Francia, nombres como Coco Chanel, Christian Dior o Hubert de Givenchy, salen a relucir cuando de moda se habla y no es por mera casualidad, son dignos representantes del buen vestir.

Después de la Segunda Guerra Mundial, que terminó en 1945, el país europeo estaba en reconstrucción, y la industria textil se veía fuertemente afectada, por ende, el mundo de la moda no estaba en su mejor momento, el principal motivo era la escasez de tela.

Pero dos años más tarde, Christian Dior cambió el rumbo de la moda, sobre todo en siluetas de mujer, los trajes holgados y los tonos militar quedaron atrás; comenzaba la época dorada de la moda en Francia: el glamour reapareció en los escaparates.

Dior se aventuró y presentó en su colección el estilo New Look: la “mujer flor” llegaba a las pasarelas, fue una tendencia que se caracterizó por faldas amplias ceñidas en una figura con cintura de ‘avispa’. Esto hizo que los ojos estuvieran puestos en la moda de París, nuevamente. Durante 10 años dicho estilo se mantuvo, y podríamos decir que continúa vigente.

Accesorios que engalanan

Pero demos paso a otra personalidad dentro del mundo de la alta costura, Gabrielle «Coco» Chanel, ella nació en 1883, en Saumur, una población francesa en la región de Países de Loira, donde un castillo impresionante sorprenderá a todo aquel que visite este lugar, que hoy día alberga el Museo de Artes Decorativas, de hecho, se le conoce como la ciudad de arte e historia; se encuentra a 2 horas de la llamada capital de la Moda, París.

“Coco” Chanel también marcó tendencia en la moda francesa de los 50, si bien en 1910 comenzó su paso con unos espectaculares sombreros, en 1955, diseñó la bolsa 2.55, llamada así por la fecha en la que le creó (febrero del 55). Era de piel acolchada, con un pequeño compartimento en la solapa, en la que se decía, la diseñadora guardaba sus cartas de amor.

Secretos de bolsillos

Pero quizás se pregunten qué tiene de especial este bolso, por un lado, su creadora quería que las mujeres no tuvieran todo el tiempo ocupadas sus manos con este accesorio, de ahí que decidió ponerle una correa, aunado a su tamaño pequeño, pero sin que perdiera la elegancia de la época; también se decía que la inspiración salió justo de los bolsillos de los uniformes de los militares, en donde podían guardar cosas pequeñas. Y si pensamos que estaban en época de posguerra, tiene sentido.

Otra historia de su confección es que la 2.55 era una referencia inmediata a los colores del uniforme que utilizaba Gabrielle en el orfanato en el que creció, o que las correas eran un recuerdo a las cadenas en que las monjas portaban las llaves.

Por supuesto no todo quedó en un bolso, también revolucionó en las zapatillas, lo que se estilaba en esa época era que combinaran con el vestido, que fueran del mismo tono, sin embargo, creó un modelo cuya punta era color negro y el resto era tono miel, lo que daba la ilusión de unas piernas más largas. Ambas piezas se mantienen como preferidos.

Rompiendo estereotipos

Así fue como Hubert de Givenchy llegó a la cara de la moda francesa de los 50. Su familia se dedicaba a la abogacía, sin embargo, el deseo de quien fuera uno de los modistas más representativos de la década, en el siglo XX, logró cumplirse.

Hubert estudió en la École des Beaux-Arts, en París, durante un año, y mientras era aprendiz, trabajó con otros grandes de la tela como Elsa Schiaparelli, Robert Piguet y también conoció el español Cristóbal Balenciaga, quien además de ser su mentor, en 1952 lo impulsó para que abriera su propia ‘maison’ a la que llamó Casa de Modas Givenchy, en el número 8 de la calle Alfred-de-Vigny, en el octavo distrito de París.

El patrón que lo hizo despuntar fue la blusa Bettina, confeccionada con tela de camisa, tenía un cuello abierto y amplio, así como mangas adornadas con un bordado inglés. El nombre de esta pieza se debió a la modelo Simone Bodine, artísticamente conocida como Bettina Graziani y de la que vale la pena hablar, puesto que además de ser una de las más grandes musas de Givenchy, por eso el nombre de su prenda, fue una modelo icónica en la década de los cincuenta, aunado a que la misma ‘Coco’ Chanel, en 1969, hizo un desfile de moda en su nombre.

Confecciones para el cine

Pero también las creaciones de Hubert llegaron a manos de estrellas de la cinematografía como Audrey Hepburn, otra de sus favoritas, de hecho, un retrato icónico fue en la película Desayuno en Tiffany’s, en la que Audrey usaba un elegante y romántico vestido negro firmado por Givenchy, en las afueras de la casa joyera.

El diseñador francés, además de codearse con los grandes de la alta costura, fue el precursor del ‘Prêt-à-porter’, que en español sería ‘listo para llevar’, este estilo si bien nunca perdió el glamour, era una respuesta a los altos pagos de impuestos que comenzaba a verse sobre los productos de lujo, así que esos trajes exclusivos ya no eran los únicos, sin perder la idea de que la mujer podía vestir elegante.

Historias de corte y confección

Te invitamos a leer esta historia de la moda francesa de los 50, así como otras más en la edición de enero de nuestra Revista.

La moda también trata de lenguajes, es una conversación entre la tela, las agujas y sus diseñadores, mentes creativas que interpretan las siluetas de las personas para que cada una plasme una historia.

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