Ruta Puuc

Tras los pasos de Chaac: una travesía sagrada por la Ruta Puuc

Las primeras luces del día se filtran entre los árboles, el aire huele a tierra húmeda y a historia no contada, un grupo de aves rompe el silencio y entonces ocurre, ese momento en el que los siglos desaparecen y solo queda una sensación de maravilla, estás en Uxmal, estás en la Ruta Puuc, no estás solo, caminas al lado de arquitectos antiguos que dialogaban con las estrellas, con la lluvia, con los dioses que habitan en las piedras.

La selva no se impone, abraza, murmura secretos que solo entienden los que llegan sin prisa, los que saben que en este rincón del sur de Yucatán, lo visible es apenas la superficie de lo que late más profundo, como un susurro de obsidiana, como un eco que no ha terminado de decirnos algo importante.

Ruta Puuc

Uxmal, un acertijo de piedra entre la selva

La Pirámide del Adivino aparece sin aviso, como si surgiera de un sueño antiguo, su forma ovalada desconcierta, su silueta toca el cielo con un respeto silencioso, parece contar un relato que nadie ha terminado de traducir, los escalones guardan pasos de sacerdotes, de mujeres que sabían leer el cielo, de caminantes que llegaron buscando respuestas y terminaron encontrando nuevas preguntas.

El Cuadrángulo de las Monjas parece un teatro sin actores, los muros tallados esperan un ritual, las figuras geométricas, los rostros de Chaac, todo está en su lugar como si todavía fuera de noche y pronto comenzara la ceremonia, el Palacio del Gobernador, en cambio, mira al horizonte como si esperara la aparición de Venus, su belleza no es ostentosa, es precisa, infinita, callada

La Ruta Puuc, un mapa sagrado del alma maya

Kabah ofrece su Codz Poop cubierto de rostros, todos iguales, todos distintos, Chaac repite su rostro en una letanía de piedra, cada máscara una oración al agua que no se ve pero sostiene la vida, en Sayil el palacio parece flotar, sus múltiples habitaciones son un laberinto de jerarquías, de historias de poder envueltas en calor y silencio, en Xlapak hay algo sagrado en su sencillez, el visitante encuentra paz, encuentra ritmo, encuentra un tiempo diferente.

Labná despide con su arco, no es una despedida, es un portal, un pasaje invisible entre lo que fue y lo que puede volver a ser, su ornamento es un poema sin palabras, una joya de piedra que no necesita traducción.

Ruta Puuc

Ecos del presente en una tierra milenaria

Las comunidades alrededor no viven en ruinas, viven con ellas, tejen con hilos del pasado, cocinan con recetas que saben a sol, a humo, a memoria, hablan con la tierra sin perder el respeto, sin olvidar que aquí todo tiene un espíritu, hasta los caminos que te llevan a cenotes escondidos, a selvas que respiran despacio, a mesas donde el pib y el mucbilpollo no son platillos, son ofrendas.

En la Reserva Biocultural del Puuc los árboles se alzan como guardianes, las aves cruzan el cielo como flechas suaves, los jaguares dejan huellas que no siempre se ven pero se sienten, cada paso es una posibilidad de reencuentro, con el entorno, contigo, con una forma de vida más lenta, más sabia, más consciente.

No se acaba cuando dejas el sitio arqueológico, se queda contigo en los sueños, en la manera en que miras el cielo la próxima vez, en el respeto que le das al agua, a la palabra, al silencio, recorrer la Ruta Puuc es viajar sin moverse, es recordar algo que tal vez nunca vivimos pero sentimos como nuestro, es entender que los mayas no desaparecieron, están ahí, en la forma en que las piedras siguen hablando sin prisa.

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