No se necesita brújula cuando el humo guía, cuando el aroma de la carne cocinándose a fuego lento te llama desde cualquier rincón de la ciudad. Así comienza el viaje hacia el corazón del Bajío, donde León, Guanajuato, se convierte por un fin de semana en un altar ardiente dedicado al asado, al encuentro, a la vida sencilla con sabor profundo. Humo y Parrilla Fest es más que un festival, es una danza de carbón y especias que se vive con las manos, con los ojos, con la boca.
El fuego como lenguaje común
Bajo la Velaria de la Feria de León, el calor no sólo proviene del sol, también del roce de los cuchillos, del chasquido de la grasa sobre el metal caliente, del aplauso que celebrará a los maestros del fuego. En el Campeonato Nacional de Parrilleros, la carne se convierte en poesía, el humo en lienzo. Equipos de todo el país se enfrentan en un ritual donde no gana el más veloz, sino el que cocina con alma. Hay jueces, sí, pero también hay público curioso, cámaras encendidas, niños que sueñan con ser chefs algún día.
El acceso general abre las puertas al mundo del sabor con música en vivo, talleres de asado, barra de cervezas, juegos para los pequeños. La opción Fuego va más allá, lleva a los visitantes directamente a las zonas de degustación, donde la carne habla diferentes idiomas: texano, argentino, norteño. Un corte con chimichurri, una costilla al estilo Monterrey, una pieza que se deshace con sólo mirarla. Se come bien, se aprende, se comparte.
Una ciudad que celebra el buen comer
León no es sólo piel y calzado, también sabe prender el carbón como pocos. El festival es la excusa, pero el viaje puede ampliarse. Alrededor, museos, cafés, parques, experiencias que mezclan cultura y aventura, calles por donde se camina lento para que el estómago tenga tiempo de pedir más. La ciudad recibe con los brazos abiertos, y aunque no se diga, con hambre también.



La primera edición del Humo y Parrilla Fest dejó el terreno listo. Esta segunda entrega promete más intensidad, más sabores, más historias por escribir entre bocados. Para algunos, será una competencia. Para otros, un festín. Para todos, un fin de semana que se guarda como una foto que huele a leña. León no sólo arde, también abraza.
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