Café Zoetrope, donde Francis Ford Coppola tiene historia. Está en San Francisco, California.

Un triángulo de historias en North Beach

En la intersección de Columbus y Kearny se alza una estructura triangular que parece haber resistido las sacudidas del tiempo y la historia. El Sentinel Building, con su fachada verde de cobre envejecido y su aire majestuoso, ha sido testigo de los altibajos de la ciudad, pero también protagonista de una trama que mezcla corrupción, arte y una buena dosis de encanto cinematográfico.

Construido en 1906 bajo la dirección del controversial Abe Ruef, quien fuera el último gran jefe político de San Francisco, el edificio casi no logró nacer. Apenas completada su estructura de acero, el terremoto y el incendio que devastaron la ciudad ese mismo año lo dejaron como un esqueleto calcinado. Sin embargo, como un fénix, se reconstruyó en 1907, sólo para convertirse en un testimonio silencioso de los días de gloria y caída de Ruef, quien terminaría en la prisión de San Quintín antes de poder disfrutar de su creación.

A lo largo de las décadas, el Sentinel Building fue refugio de restaurantes clandestinos durante la Prohibición, cuna de clubes bohemios en la Gran Depresión, y estudio de grabación para bandas icónicas como Grateful Dead.

En 1972, el director de cine Francis Ford Coppola adquirió el edificio, transformándolo en la sede de su productora, American Zoetrope. Fue aquí donde las palabras y los sonidos de “El Padrino”, “Apocalypse Now” y otras obras maestras cobraron vida.

Interior – Día – Cafe Zoetrope

En la planta baja se encuentra una joya gastronómica que evoca tanto a Roma como a Hollywood: el Cafe Zoetrope. Este espacio, inaugurado en 1999, refleja el amor de Coppola por la buena mesa y su habilidad para crear atmósferas cargadas de significado. Desde las primeras horas de la tarde, los aromas de ajo, albahaca y vino tinto llenan el aire, invitando a los transeúntes a detenerse.

Aquí fue el punto de encuentro para charlar un rato con Michael Patterson y Joëlle Ziörjen, nuestros nuevos amigos de Fugazi, quienes nos compartieron su visión de la ciudad: un lugar donde la creatividad y la libertad fluyen tan naturalmente como el aire salino de la bahía, y donde cada rincón, desde los senderos de Lands End hasta las calles bohemias de Haight-Ashbury, parece contar una historia única.

Al entrar, las paredes adornadas con recuerdos cinematográficos de la ilustre carrera de Coppola parecen susurrar historias a los comensales. Su piso al estilo de mosaicos salpicados resalta con el ambiente cálido.

Lo clásico nunca pasará de moda

Si ves un sombrero de charro a lado de un enorme cuadro rojo con un cordón de reserva, esa es la mesa del patrón. Sus mesas de madera oscura, sillones de cuero rojo y los toldos que resguardan el área exterior crean un ambiente acogedor, casi familiar, mientras que el clima neblinoso de San Francisco aporta un toque de melancolía.

El menú del Cafe Zoetrope es una celebración de la cocina italiana clásica. Para abrir el apetito una ensalada César, creada originalmente en este edificio en 1924. Sus pizzas son una buena opción para compartir, pero no duden en pedir un clásico creado por el mismo Coppola: espagueti con albóndigas.

Para quienes buscan algo más contundente, el Asado de Tira al estilo argentino o la Muffuletta con su jamón estilo New Orleans son opciones ineludibles. No olvides el postre: capas de galletas Savoiardi, mascarpone, expresso y cacao llegarán a tu plato en forma de un tiramisú. Todo ello debes acompañarlo con vinos seleccionados de las bodegas Coppola, que parecen destilar la esencia misma de California.

En cada bocado, uno siente que está participando en un acto de creación, como si Coppola hubiera concebido este restaurante no sólo como un lugar para comer, sino como una extensión de su universo narrativo, donde cada plato cuenta una historia.

Esta historia no termina aquí

El Cafe Zoetrope y el Sentinel Building están a punto de escribir un nuevo capítulo en su ya rica historia. Pronto, el edificio albergará un exclusivo hotel boutique, una transformación que promete mantener vivo su legado mientras atrae a una nueva generación de visitantes.

Para los viajeros que buscan un lugar donde la historia, el arte y la gastronomía se entrelacen, este rincón de San Francisco es una parada obligatoria. Porque, al final, como en toda buena película de Coppola, aquí todo está perfectamente orquestado para dejarnos con ganas de más.

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Fotografías Javier Cardona