Comida callejera

Vamos con los agachados que ya es hora de comer

La comida en el “Defectuoso”, no sólo se disfruta en restaurantes elegantes, también podrás hacerlo en sus mercados y por supuesto en las calles. El alma gastronómica de esta ciudad se encuentra en esquinas bulliciosas donde las fondas callejeras conectan a la gente con sus raíces y con la vibrante cultura culinaria, siendo más que una necesidad de alimentar, es un ritual, una tradición que data por los años 1800, unos 20 años después de la Independencia, donde las cocineras, mejor conocidas como “chimoleras”, tendían casi a ras del suelo ollas, cazuelas y “metates” con guisos variados.

El amanecer de los sabores

Para los que disfrutan ver la salida del sol en cada viaje, les tenemos buenas noticias porque aquí la vida comienza temprano, y con ella, el aroma de tamales y atole llenando el aire en cada esquina. Los vendedores ambulantes instalan sus puestos antes del amanecer, con sus botes llenos de tamales de rajas, mole, dulce y ‘de verde’, envueltos en hojas de maíz que guardan el calor y el sabor de generaciones de tradición. Junto a ellos, grandes ollas de atole burbujean lentamente, el de chocolate o champurrado nunca falla, ofreciendo ese toque cálido y reconfortante que preparan a sus “marchantes” (clientes), para enfrentar el día.

Para muchos, el desayuno en un puesto callejero es más que una opción rápida y económica, es sin duda una forma de comenzar el día con algo auténtico, algo que tiene un sabor a casa, sin importar en qué parte del país estén sus raíces.

Fotografía karen-rojas Comida

La Santísima Trinidad Garnachera

Para quienes amanecen un poquito más tarde, las calles están listas con puestos de tacos, quesadillas y garnachas. Cada barrio tiene su puesto favorito, ese lugar donde los taqueros conocen a sus clientes por nombre, aunque para ellos todos somos “güeros” y “jóvenes” y donde la fila de espera es larga, es sinónimo de calidad.

Escribir de tacos en México se necesitaría una revista completa, sin embargo, a medio día destaca un taco sobre todos los demás. Hablamos de los “¡¡tacoosss, tacos de Canastaaa!!”.

Que, así como se conocen en la actualidad, tienen su origen en los años 50 en la localidad de San Vicente Xiloxochitla, 10 km al suroeste de Tlaxcala, donde cientos de personas se trasladan día a día a venderlos en la “Capirucha”.

También encontrarás los tacos al pastor, con su carne marinada en adobo y cocida lentamente en trompos giratorios, y que quizás este taco es el emblema más reconocido de la comida callejera capitalina, pero si te quieres sentir auténtico chilango, esos son más para en la noche al igual que los de suadero. Para medio día están los de carnitas, barbacoa o cochinita. Eso sí, todos ellos preparados al momento y acompañados de salsas que van desde el suave toque de aguacate hasta la intensidad del chile habanero.

Las quesadillas, que en la Ciudad de México desafían la lógica del relleno (con o sin queso), ofrecen un espectro de sabores, desde hongos y huitlacoche pasando por flor de calabaza y tinga de pollo hasta llegar a las de chicharrón. Las garnachas, por su parte, son el reflejo del ingenio y la versatilidad de la cocina mexicana, donde la masa frita se convierte en un lienzo para todo tipo de guisos y combinaciones.

Comida callejera

Mercados

Los mercados juegan un papel muy importante en la gastronomía mexicana, y podemos recomendarlos como su primer acercamiento a un puesto callejero. En cada colonia existe uno, la cosa es buscarlos, el más famoso es el de San Juan, conocido por sus opciones exóticas, donde podrás encontrar desde carne de cocodrilo hasta tarántulas asadas. Este mercado es un reflejo de la ciudad en su máxima expresión: diversa, atrevida, y siempre lista para sorprender, un sitio donde los sabores se encuentran y los paladares más curiosos son recompensados.

Un festín nocturno

Cuando cae la noche, la comida callejera se transforma en una fiesta de antojitos. Las esquinas se iluminan con los fogones de los taqueros, los carros de elotes y esquites, y las carretillas de churros que ofrecen el toque dulce al final de un día ajetreado.

Como lo mencionamos con anterioridad, los puestos de tacos de pastor, suadero y de tripa cobran vida en las horas nocturnas, atrayendo a los comensales con el sonido inconfundible de los fogones y de la carne chisporroteando sobre la plancha. Los eloteros, con sus montones de maíz tierno cubierto de mayonesa, queso y chile, se convierten en un punto de encuentro donde la gente se detiene a charlar y disfrutar de la sencillez de un elote o un vaso de esquites cargado de sabor.

En cada barrio, la comida callejera cuenta una historia diferente, pero todas ellas comparten una misma esencia: son parte integral de la vida en la ciudad, una manifestación de la cultura que va más allá del simple acto de comer.

Manjares por doquier

Lo que hace especial a la comida callejera en la Ciudad de México es por supuesto su sabor, pero también lo que representa. Es una manifestación viva de la diversidad cultural del país, donde cada región encuentra su representación en algún rincón de la ciudad. Desde los huaraches y tlacoyos del centro, hasta los tacos de cochinita pibil inspirados en la gastronomía yucateca, la comida callejera es un recordatorio constante de que la CDMX es un mosaico de sabores que refleja la riqueza de todo un país.

Además, es accesible y democrática. Es el gran igualador en una ciudad marcada por la desigualdad, un lugar donde todos, sin importar su origen o su situación económica, pueden disfrutar de un buen taco o una quesadilla bien hecha. Es un espacio de encuentro, donde las historias se entrelazan entre mordiscos y charlas informales. Porque, al final del día, la comida callejera es mucho más que una simple comida, es la esencia misma de la Ciudad de México.

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