Las cordilleras de un viaje musical

Iniciamos este viaje por la carretera de las letras atravesando laderas de palabras y cordilleras de renglones tan largas como la cordillera de los Andes, que nos describirán lugares de diferentes latitudes del planeta.

La mayoría de las personas que habitamos este mundo, en algún momento hemos tenido la experiencia de realizar un viaje a algún destino ya sea por placer, por trabajo o por alguna otra razón.

Si es por placer podría obviarse que es un viaje de relajación para salir de la rutina y olvidarnos por un momento del bullicio, de los claxon, de los gritos, del quehacer de la ciudad.

La percepción es diferente si viajamos por trabajo, nuestra mente se prepara para momentos de tensión y en el mayor de los casos, los viajeros de negocios tienen poca oportunidad de disfrutar de los detalles que hacen de cada viaje una experiencia única e irrepetible.

Imágenes a través de los sonidos

Las líneas que redactaré en este y en los siguientes capítulos, estarán dedicadas con gran entusiasmo a los lectores de VEREST Magazine con los que podremos compartir el gusto y la experiencia de viajar.

Éstas, abrirán el umbral de la imaginación para conocer lugares que podrían ser nuevos para algunos y conocido para otros, no importa si ya los han visitado, en estas crónicas marcianas encontrarás una percepción diferente, ya que ningún viaje es igual al anterior, aunque lo visites en repetidas ocasiones.

Es por esto que acompañaré mis narraciones con citas que harán de estos textos una aventura musical y cultural, creando un contexto diferente y especial en cada lugar.

Emprendiendo el vuelo

Mi placer por viajar comenzó en la infancia, por las tardes después de la escuela, acompañaba a mi madre en sus últimas horas de trabajo en una oficina administrativa del sindicato de aviación.

Mientras ella componía rítmicas con los teclazos a una hispano Olivetti con caries, mi mente viajaba en el sueño de llegar a ser piloto aviador, de esos tan bien vestidos e imponentes como los que observaba todas las tardes desfilar por los pasillos de aquella oficina.

Obviamente ella creía que era un lapso momentáneo de razón el que yo pensara en ser piloto y que, con el paso del tiempo, se me pasaría esa emoción. Estoy seguro que se preguntaba qué pasaría si ella se mudaba de empleo a un despacho de arquitectura ¿ahora querría ser arquitecto?, ¿o tal vez presidente de la nación si ella trabajara para alguna dependencia de gobierno?…. El futuro era incierto, la única realidad es que mi imaginación estaba aprendiendo a volar.

Un viaje a través de los años

Pasado el tiempo mi madre abandonó el puesto en aquellas oficinas, pero yo no abandoné mi propósito de algún día ser piloto aviador hasta ese momento.

El fin de la infancia lo marcó mi llegada a la preparatoria, fue cuando mi destino cambió de rumbo y me alejó de la posibilidad de convertirme en piloto, pero me acercó a la pasión de viajar.

Despertó el entusiasmo por conocer cada vez más y más lugares y fue así como comenzaron los viajes de aventura con los amigos, viajes austeros en los que el dinero era lo que menos importaba, pero abundaba la risa y los buenos ratos.

Recuerdo aquellas vacaciones de Semana Santa en las que junto con mi amigo Guillermo decidimos emprender un viaje, destino: cualquier lugar, pero a la par otros amigos organizaban otro con el mismo rumbo.

No sabía qué hacer, Memo estaba ya con la maleta lista y mis otros amigos igual, la ventaja es que Memo y yo salíamos dos días antes, así que decidimos adelantarnos y tal vez alcanzarlos en algún lugar, así que tomamos rumbo hacia la central de autobuses.

Ya estando ahí, seguíamos sin saber a dónde ir, yo tenía ganas de conocer Mazatlán y Memo, Guadalajara, la idea no me desagradaba, pero yo quería playa.

No lográbamos decidir y el tiempo se consumía, así que lo echamos a cara o cruz, obviamente yo fui cruz, pero esa vez la suerte no estuvo de mi lado y me acordé de las satánicas majestades cuando dicen que “no siempre puedes conseguir lo que quieres, pero sí lo que necesitas” y lo que necesitábamos era darnos prisa para llegar al anden puesto que la corrida a Guadalajara estaba por salir…

Arte en su máximo esplendor

Al llegar a Guadalajara percibimos un gran parecido a la Ciudad de México, por lo que nos sentimos con confianza para tomar el primer camión que nos llevara al centro y de ahí decidir qué puntos visitar.

Ya en la Plaza Tapatía me sorprendió el remate visual increíble que se forma con el Hospicio Cabañas de fondo y que no tardé ni un segundo en decirle a Memo que camináramos hacia ese edificio.

Pagamos nuestras entradas e ingresamos al este recinto. No hay palabras para describir mis emociones al ver la pintura “El hombre de fuego”, la admiré por más de media hora recostado en una banca de madera que estaba justo debajo de la pintura, estaba impresionado. Desconocía quién era el autor de la obra, pero sin duda alguna me había cautivado.

Por fortuna, pasaba por ahí un vigilante del museo a quien le pregunté el nombre del autor, José Clemente Orozco, dijo, y si quería conocer más sobre sus obras, fuera a la biblioteca. Ya estando ahí leímos la vida y obra del pintor y es por ello que afirmo que en Guadalajara fue en donde conocí la obra de José Clemente Orozco de quien soy un gran admirador.

Salimos del Hospicio Cabañas y caminamos nuevamente por la avenida Paseo Hospicio, pasando nuevamente la Plaza Tapatía, casi a mitad de nuestro andar, nos paramos frente a la Fuente de los Niños Traviesos que por cierto, uno de ellos nos llamó mucho la atención puesto que es la analogía al Manneken Pis de Bruselas, del que hablaremos en otro viaje.

Ritmo y composición arquitectónico

Seguimos nuestro camino sobre la misma avenida hasta llegar al Teatro Degollado que nos recibía con su fachada oriente con un estilo arquitectónico muy cercano al Manierismo. Nos llamó mucho la atención su ritmo de composición, así como la gran calidad en que se trabajó la cantera con la que fue construido, esta fachada despertó nuestro interés por saber cómo sería la principal.

Nos recibe una arquitectura Neoclásica muy bien lograda con reminiscencias de los templos griegos y para muestra, basta con observar el frontón de dicho edificio en el cual se aprecia la representación de una escena del teatro griego además de la columnata compuesta por columnas de orden corintio con sus hojas de acanto en el capitel, el cual es la parte superior de las columnas.

Nos paramos justo en el centro de la Plaza de la Liberación para tomar una foto de frente al Teatro Degollado y otra foto de frente a la fachada oriente de la Catedral de Guadalajara.

Decidimos continuar con la caminata para descubrir cómo era la fachada principal de la Catedral y nos detuvimos de igual manera, en el centro de la Plaza Guadalajara nos encontramos con una Catedral construida entre los siglos XVI y XVII con unas torres campanario de estilo neogótico las cuales intentan alcanzar el cielo, como lo dictaba la filosofía del estilo arquitectónico en sus años de esplendor.

Tradiciones musicales que perduran

Como parada final de este día por el centro de Guadalajara nos sentamos en las bancas de la Plaza de Armas en donde por fortuna nos tocó presenciar un recital de mariachi en vivo amenizado por una escuela de danza quien puso en escena bailes típicos del Guadalajara y de varias partes del estado de Jalisco.

Al día siguiente Memo y yo nos despertamos muy temprano para emprender un día más de nuestro viaje y encontrarnos con mis otros amigos en Araró, Michoacán para acampar al lado de unas fosas con aguas termales y seguir con la aventura.

Y como terminara Silvio su disco de 1978, “Al Final de este viaje” se termina también esta crónica marciana”.

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