Sōōp Noodle Bar

Sōōp Noodle Bar x Brava: La colaboración que sabe a otra ciudad

Sōōp se impone en la calle de manera sobria, si vas distraído se encuentra casi por error de no ser por sus mesitas afuera, pero si te animas a entrar descubres un mundo escondido, pequeño, pulcro, con olor a shoyu, con mesas de madera que guardan historias, con una barra que lo observa todo sin hablar, con ese silencio donde el vapor de los caldos es parte del decorado.

El aire tiene densidad, huele a alga kombu, a carne dorada, a fideos gruesos que se cuecen lentamente, como si el tiempo aquí no midiera en minutos, sino en cucharadas, el ritmo es otro, más pausado, más exacto, más sincero, las paredes no buscan ser fotografiadas, quieren ser habitadas, recorridas con los ojos bajos, como si el que entra supiera que no llegó a un restaurante, sino a una experiencia que solo se vive si se calla y se come.

Tres espacios se abren sin anunciarse, uno exterior para dejar que la ciudad se cuele entre sorbos, otro en barra donde se puede mirar en ocasiones el fuego, el cuchillo, el silencio de quien cocina, y uno más, escondido, casi secreto, como si no quisiera ser hallado, donde el calor se encierra, donde cada bocado parece un acto privado, un gesto antiguo, un recuerdo que aún no ha ocurrido.

La colaboración que incendia los sentidos

Desde el 12 de mayo, Sōōp une caminos con Brava, con seis platillos que aparecen por tiempo limitado, divididos entre ambos restaurantes, como capítulos en dos libros que se leen al mismo tiempo, con los mismos ingredientes, pero diferentes climas.

En Sōōp, la Ensalada de Burrata Oriental que se sienta sobre jitomates cherry que estallan en la boca, hoja de shiso que corta sin herir, furikake que cae como una lluvia exacta y esa salsa de ostión que envuelve todo con una dulzura espesa, acompañada contostadas wonton que crujen a la perfección.

Luego, el Sando Napolitano, pan suave que contiene pollo a la parmesana, salsa marinara que recuerda a domingos calurosos, mozzarella fresco que se estira como un hilo de memoria, pesto con acidez exacta, curry que arde sin fuego, parmesano que llueve sin pedir permiso, un platillo que se traduce con las manos, con los dientes, con las migas que caen en el plato.

Cierra con las Gyozas de Ragú de Short Rib, crujientes, cerradas como pequeños secretos, rellenas de carne acostadas sobre una cama de polenta espesa, suave, dulce, caliente, como una caricia con sabor a tierra.

El otro lado de la historia

En Brava, las texturas cambian, el ritmo se eleva, la vista se expande, piso doce, otro aire, altura, otra luz, otros sonidos, pero el mismo impulso, sabores que cruzan la ciudad pero no se repiten, se complementan.

Gyozas de Ricotta y Espinaca, suaves, estilo ravioli, bañadas en mantequilla que brilla, con un toque de yuzu que aparece cuando nadie lo espera, sin ruido, como una nota de piano en mitad del silencio.

Udon Boloñesa, pasta gruesa, salsa densa, carne que no compite, sake que apenas se intuye, como una sombra que perfuma, como un recuerdo de infancia que regresa disfrazado.

Pizza Fungi, masa madre que se quiebra en los bordes, hongo shiitake que aporta profundidad, enoki que juega a desaparecer, trufa que no se impone, parmesano que cierra el círculo, sin aspavientos, solo presencia.

Sōōp x Brava

El menú que no envejece

Sōōp no es solo ramen, es una secuencia, una composición, una partitura que se interpreta plato a plato, todo empieza con el crudo de hamachi, se desliza con los garlic green beans, estalla con los chili oil dumplings, se fortalece con las miso wings, y luego sí, llega el ramen.

Shoyu Ramen, caldo de pollo que reconforta, chashu que se deshace, tamago que da luz, shitake encurtido que sorprende, negi y germen de soya que terminan de escribir la receta.

Soft Shell Crab Udon, tempura que cruje y se hunde, espinaca que flota, sichimi togarashi que arde apenas, como una línea de fuego leve que atraviesa todo.

Red Curry Ramen, leche de coco que acaricia, calabaza mantequilla que endulza, col de bruselas y cebolla morada que despiertan, cilantro y aceite verde que cierran como un susurro herbal.

Tonkatsu Ramen, buta dashi como base profunda, miso picante que despierta, tonkatsu firme y jugoso, curry, bok choy, un mapa de sabor que se construye solo en boca.

También se puede armar el propio, elegir ingredientes como quien arma un haiku, breve, complejo, exacto, sin error, solo prueba, solo placer.

Donde lo cotidiano se vuelve extraordinario

Sōōp poco a poco ha labrado su presencia, la ciudad lo protege, lo esconde, lo deja brillar con una intensidad baja pero constante, uno entra con hambre, sale con algo más, no siempre se entiende qué fue, tal vez fue el silencio, tal vez el caldo, tal vez ese momento entre el segundo bocado y la primera palabra, cuando el cuerpo reconoce que algo cambió, sin ruido, sin prisa, sin explicación.

Parece que esta colaboración con Brava busca convertirse en recuerdo, una experiencia que solo se vive si se está presente, si se mira el plato como se mira una escena en una película de Kurosawa, si se come con la entrega de un personaje de Murakami que cruza ciudades sin saber por qué, solo porque algo lo llama, como el aroma de un ramen que burbujea a la distancia, como un lugar que nadie anuncia, pero que todos recordarán.

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