Marrakech, la embriagadora ciudad roja

En mi búsqueda insaciable de escapar del frío parisino decidí aventurarme en un viaje de 8 días a Marruecos, este vasto y geográficamente diverso país te hará vibrar los sentidos en su máxima potencia. Es un reino lleno de estímulos, aromas, colores, texturas, sonidos y sabores que te transportarán a un mundo completamente diferente.

Mi estadía comenzó en Marrakech, una tierra de hechizos y contrastes, esta ciudad merece ser descubierta lentamente. Fascinante punto de encuentro entre Oriente y Occidente, la antigua ciudad imperial de Marruecos no es fácil de domesticar. 

Este es el escaparate turístico para gran parte de la población europea, por ejemplo se encuentra a sólo tres horas en avión de París.  

Marrakech y su majestuosidad

Aquel día de diciembre, las estrechas calles de la antigua medina de Marrakech -apodada la ciudad roja en referencia al tono rojizo de la mayoría de sus casas y edificios-, inscrita en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, están repletas de gente.

Recomiendo encarecidamente alojarse en un riad en la medina de Marrakech. Los riads fueron una vez las residencias de hombres marroquíes que necesitaban un lugar para acomodar a sus múltiples esposas. Las habitaciones de los de estos hoteles albergaban a las amantes de hombres o de varias mujeres.

Y hablando de una mansión…, ¡decidimos quedarnos en Dar El souk, que no podría recomendar mejor! El personal fue muy amable y servicial, y el Riad en sí era hermoso y el interior muy elegante.

Esta antigua ciudad imperial tiene un importante patrimonio histórico, en particular porque se han sucedido múltiples dinastías: los almohades, los almorávides y los saudíes.

La arquitectura de los edificios y monumentos históricos es muy interesante. Esta metrópoli ofrece un sin fin de atracciones, he decidido enlistar aquellas que han dejado una huella más fuerte en mí.

Mezquita Koutoubia

Es un edificio religioso que representa el arte de los almohades (aunque la construcción de este monumento se inició bajo la dinastía almorávide). Este Lugar de culto también se llama la “mezquita de los libreros” porque estaba ubicada en el Soak (mercado) de los comerciantes de manuscritos. La arquitectura exterior de la Koutoubia y, en particular, el minarete, merecen una visita. 

Plaza Jemaa-El-Fna

Es más hermosa al atardecer, ver esos colores naranjas que iluminan el edificio creado en el siglo XII y que sin duda te transportan al apogeo de esta ciudad, que mejor acompañado de una taza de té o café en alguna de las terrazas que la rodean. 

Desde allí, también podrás ver cómo va cambiando el ambiente de Jemaa el Fna y cómo se empiezan a montar un gran número de puestos de comida. La música y las actuaciones de los artistas callejeros dan a la plaza un ambiente mágico que cautiva a todos los visitantes. Si visitas Marrakech con niños, puedes estar seguro de que disfrutarán de la experiencia.

En La Medina, no es fácil encontrar un restaurante que venda alcohol, los musulmanes por cuestiones religiosas no consumen bebidas alcohólicas, los bares son muy limitados. Después de haber explorado la zona encontré le Marrakachi, con un vista increíble sobre La mezquita.

Aunque el barrio está repleto de sitios para comer, algunos de los más recomendables son el Café Bazar, el Café Atay o el Café Reloj, donde, si te animas, puedes degustar una hamburguesa de carne de camello.

Mi lugar preferido para degustar un buen café fue el coffee Bacha, ir a pasar unas horas a este sitio es una experiencia única en sí, en París existe uno situado en el hotel Ritz que recomiendo vivamente. Mis expectativas eran altas pero este sitio no me decepcionó, ha sido el lugar más hermoso donde he bebido un café. 

Los zocos de Marrakech

Son los más grandes de Marruecos y famosos a nivel mundial como algunos de los mercados más exóticos para comprar en el mundo. Para quienes los visitan por primera vez, puede ser una experiencia desconcertante. Te explicaré cómo hacer esta experiencia un poco más fácil.  

Dentro del laberinto de callejones sombríos y pasajes salpicados de charcos de luz solar que conforman los bazares de Marrakech en Marruecos hay un mundo lleno de alfombras multicolores, caftanes de seda, especias, antigüedades, linternas, cerámica y joyas. La mejor forma de acercarse a la sobrecarga sensorial de los zocos de Marrakech es tomar aire y sumergirse.

En el siglo XVI, varios grupos de judíos expulsados ​​de España y Portugal encontraron refugio en Marrakech. En la ciudad roja, se instalaron en su propio barrio, el Mellah.

La comunidad judía se ha reducido a lo largo de los años, pero el vecindario conserva una sensación diferente al resto de la ciudad. De calles estrechas, es muy interesante pasear y descubrir algunos de sus atractivos. Además de pasear por el barrio, ningún viajero debe dejar de visitar el cementerio judío y la Sinagoga Salat Alzama.

El Palacio El Badi data del siglo XVI y gran parte de su estructura está en ruinas, aunque desde hace años se realizan excavaciones en la zona. Según las crónicas, en su época había más de 300 habitaciones, todas ellas decoradas con cristal, turquesa y oro.

Se mantienen en pie algunas de las estancias y su extraordinario patio. El sitio también contiene en una habitación el minbar (púlpito) de la Mezquita Koutoubia, así como una hermosa vista de la ciudad desde las murallas.

Mi lugar preferido de la ciudad fue Madrasa (o Medersa) Ben Youseef que fue una antigua escuela islámica que alguna vez tuvo más de 900 estudiantes. Hoy es considerado uno de los lugares más interesantes para visitar en la ciudad por la belleza de su arquitectura.

En su centro, como es costumbre en las antiguas construcciones marroquíes, se encuentra un patio con fuente. A su alrededor hay varios cuartos construidos en cedro y estuco y decorados con azulejos de diferentes colores.

La sala de oración también es muy interesante, ya que su decoración con piñas y palmeras es una de las más exuberantes de la ciudad.

Durante la hedonista década de 1960, cuando las estrellas de rock inundaron la Ciudad Rosa, el diseñador de moda nacido en Argelia, Yves Saint Laurent, visitó Marrakech por primera vez con su pareja, Pierre Bergé. Intrigados por la embriagadora paleta de Matisse del Jardín Majorelle, la pareja salvó los jardines de la demolición.

Si hay un lugar que debes visitar durante tu visita a Marruecos, es sin duda este sitio. Habiéndose vuelto casi tan atemporal e icónico como Yves Saint Laurent, su comprador en los años 80, este jardín ubicado en el corazón de Marrakech es un espacio de muy grandes dimensiones donde podrás encontrar una gran variedad de plantas.

Así, durante tu visita podrás observar cactus, palmeras, bambúes o muchas plantas acuáticas. Reconocido como uno de los jardines más bellos del mundo, el Jardín Majorelle es un lugar lleno de historia que, ubicado al norte de la medina, se debe visitar durante todo el año, incluso durante el mes de Ramadán.

Una estampa inolvidable desde donde nos despedimos de la siempre embriagadora ciudad roja.

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