Polanco

Lujo en movimiento de Polanco a San Miguel de Allende

En el bullicio del Tianguis Turístico 2025, entre mapas, promesas de rutas exóticas y cafés urgentes, la Ciudad de México se convirtió en punto de encuentro para quienes creemos que viajar es un arte, fue ahí donde Rodolfo Mercado, Gerente de Marketing y Comunicaciones de JW Marriott Mexico City Polanco, nos dio una primicia que aún resuena como un eco de hospitalidad bien orquestada, una experiencia única que conecta dos destinos magnéticos, la elegancia urbana de Polanco y el hechizo colonial de San Miguel de Allende, a través de una propuesta que trasciende el viaje para convertirse en relato, ritual, forma de ver el mundo.

La propuesta inicia en el corazón de la Ciudad de México, donde el JW Marriott, recién renovado, abraza la sofisticación con habitaciones impecables, un spa donde el tiempo se diluye, una piscina con vista al Bosque de Chapultepec y un abanico de sabores creados por cocineros que entienden la importancia de una buena historia en cada plato, allí las mañanas comienzan con café bien hecho y pan suave, los días se deslizan entre galerías, paseos y tertulias al atardecer en Estación 29, el nuevo wine and cocktail bar que parece diseñado para que el tiempo se rinda.

Polanco: arte, diseño, posibilidades infinitas

En este primer acto el lujo se respira, no se impone, cada rincón del JW Marriott Mexico City Polanco se ha pensado para el viajero contemporáneo, aquel que busca memorias antes que souvenires, un diseño moderno convive con guiños mexicanos, los nuevos restaurantes, Sendero, Corsi y Archiebald, ofrecen rutas distintas, sabores con narrativa, texturas que juegan, como si cada bocado fuera una página en blanco.

El spa invita a detenerse, a hacer pausa, a recordar que el descanso también puede ser un ritual, con productos veganos, masajes diseñados para cada cuerpo, vapores que limpian hasta el pensamiento.

El camino como pretexto, el destino como recompensa

Entonces llega el momento del tránsito, no como trámite, sino como puente, una SUV de lujo espera para iniciar el viaje, no se trata de un simple traslado, sino de una travesía en la que el paisaje se vuelve transición emocional, lo urbano se diluye poco a poco hasta que los primeros tejados de San Miguel de Allende aparecen como promesa.

Ahí comienza otro relato, uno donde las calles empedradas susurran historias, donde el arte no está colgado, sino que vive en cada fachada, donde el ritmo invita a caminar sin rumbo, en el Hotel Matilda, el lujo toma una forma más íntima, más sensorial.

Matilda: arte vivo, placer sencillo

El restaurante Moxi es un manifiesto gastronómico, sabores internacionales reinterpretados con personalidad, la mixología del Monkey Bar atrapa con fórmulas inesperadas. Su Spa que no busca relajar, sino emocionar, 32 habitaciones que no quieren ser iguales, porque cada huésped es distinto.

Todo este viaje es más que un paquete, es una manera de redescubrir México, una danza entre lo contemporáneo y lo tradicional, entre la energía urbana y la pausa colonial, una narrativa con dos escenarios, que comienza en una habitación con vista al Paseo de la Reforma y termina en una suite rodeada de bugambilias, los detalles no se repiten, las sensaciones tampoco.

Una invitación abierta para quienes creen que el verdadero lujo está en lo que no se puede explicar con palabras, sino solo con recuerdos.

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