Pavones, un destino en Costa Rica que te encantará.

En busca de la ola perfecta, una sorpresiva aventura

Nuestra última parada en este itinerario nos llevó a Golfito, un rincón pintoresco de Costa Rica que alguna vez fue epicentro de una de las mayores exportaciones de banano en el mundo. Este pequeño puerto, rodeado de exuberante selva y montañas, aún guarda ecos de su pasado como enclave de la United Fruit Company.

Hoy, Golfito es un refugio tranquilo, donde el tiempo parece transcurrir al ritmo pausado de las olas. Los pescadores al amanecer y los botes que reposan junto al muelle reflejan una vida sencilla, mientras el aroma del mar y la selva se mezclan en el aire.

Con el primer rayo de luz, partimos en lancha en busca de esa ola perfecta, pero el día nos tenía reservada una sorpresa: la marea, caprichosa y misteriosa, nos permitió atravesar un manglar que a veces se deja explorar. Navegamos entre canales bordeados de raíces serpenteantes, en un mundo que parecía sacado de algún cuento. Apagamos el motor en varias ocasiones para poder sentir el lugar con tanta paz y tanto silencio, para que fuera único.

Un sitio que lo tiene todo

Nuestra travesía nos llevó a Zancudo, donde abordamos una camioneta que nos condujo hasta Punta Saleas. Ahí, bajo un cielo despejado, nos esperaba un desayuno que parecía preparado con la misma calidez del entorno: frutas frescas, café aromático y la presencia de monos aulladores, cuya algarabía era el preludio de las olas que nos esperaban. Punta Saleas es conocida por su energía, no sólo por sus rompientes ideales para el surf, sino también por la tranquilidad que invita a detenerse y simplemente respirar.

Tras conversar con viajeros europeos que, como nosotros, buscaban la ola perfecta, llegamos a Pavones, un lugar legendario para los amantes del surf. Sus olas, famosas por su extensión y cadencia, son consideradas entre las más largas del mundo. Aquí, después de un día de aventura, la recompensa es sencilla pero inolvidable: una pizza en La Bruschetta (La Piña), un rincón rústico con una masa que cruje y sabores que trascienden lo mundano.

Apreciación cultural

La selva nos invitó a adentrarnos más, hasta llegar al pueblo indígena de Alta Mira. Este lugar, tan sencillo como lleno de vida, es hogar de una comunidad que mantiene viva su identidad a través de tradiciones y artesanías. Las mujeres, con sonrisas tímidas pero sinceras, nos mostraron cómo sus manos dan forma a la cultura en piezas únicas.

Compramos una muñeca que parecía capturar la esencia del lugar, un gesto pequeño pero significativo para apoyar a estas comunidades que luchan por preservar su legado. Como viajeros, tenemos la responsabilidad de contribuir al bienestar de los guardianes de estos paraísos.

A la mañana siguiente continuamos por bote con los amigos de ChangingTide Tours para recorrer el Parque Nacional Piedras Blancas, acompañados por guardaparques apasionados. Nos hablaron de su trabajo, de las horas dedicadas a proteger este paraíso y de su fe en un futuro mejor para su tierra. Envidiamos su conexión con la naturaleza y su orgullo nacional, deseando que esa chispa también se encendiera en más rincones del mundo.

En pleno Golfo Dulce, el océano nos regaló su propia historia. Entre las aguas, avistamos una ballena junto a su ballenato. El drone de Fernando capturó la imagen que se quedó grabada tanto en su cámara como en nuestras almas: una postal de la vida en su estado más puro.

Es hora de las viandas

Después de dar un buen recorrido, dentro del mismo parque se encuentra Dolphin Quest, un refugio que parece salido de un sueño. La experiencia culinaria de este lugar les volará la cabeza y les lavará la pancita por lo sano que van a comer en su Farm-to-table, que como le hemos dicho mil veces a Rosa María, sé una mujer de mundo y come todo, ya después nos dices, pero siente cada bocado y sabor nuevo que cada destino tiene para ti, nunca sabrás qué te podrá sorprender.

Esta casa de campo ofrece la posibilidad de desconectarse del mundo y, si el corazón lo desea, regresar como voluntario para cuidar lo que realmente importa: la vida, el entorno y ese delicado equilibrio que Costa Rica nos invita a proteger.

El último día en el paraíso, se vivió como cada día aquí, al 100. Un amanecer con nubes nos despidió de Golfo Dulce rumbo a San José, ahora sí en una avioneta para vivir un día lleno de colores y sabor. 

Venir a Costa Rica y no visitar una de sus fincas cafetaleras sería un grave error, aún si no eres amante de esta bebida, ya que te cuenta mucho de su historia e importancia para quienes habitan esta tierra. Si amas el café, pues no queda más que decir salud en Hacienda DOKA.

Esta historia no termina aquí

Cada viaje es sinónimo de aventura, y Golfo Dulce, una región de Costa Rica nos regaló un sinfín de ellas, es más, tal y como todos los costarricenses te lo dicen, el destino sin duda es Pura Vida, algo que descubrirás cuando te adentres en su cultura, sus paisajes, gastronomía, historias y tradiciones.

La invitación es a que leas la historia completa de nuestras experiencia en Golfo Dulce, una región de Costa Rica, en la edición de la Revista de noviembre, para que planees tu próxima escapada a un lugar que está lleno de sorpresas en cada rincón al que vayas.

¡Disfruta más Experiencias Verest!

La Revista: Golfo Dulce, la joya perdida de Costa Rica

En la edición de noviembre de La Revista, te invitamos a dar un paseo por Costa Rica.