En Belice te sentirás como si estuvieras en un oasis

Son las 5:30 de la mañana, apenas alcanza entrar un poco de luz por la espesa naturaleza que rodea mi habitación al pie de la montaña y su selva; el café estará listo en un par de minutos en lo que preparo mi cámara y drone. La humedad está puesta para hacer de las suyas, todo está nublado y en la noche cayó un diluvio de unas 6 horas aproximadamente y ¿saben qué?, todo es perfecto. Estamos en Belice

Estamos en la Reserva Natural Silbun en el Sleeping Giant Rainforest Lodge, uno de los resorts más exclusivos y lujosos del mundo, que debe su nombre a la montaña que se encuentra enfrente y su silueta parece un gigante dormido.

Voy en busca de Luis que es mi vecino de suite o cabaña, que está a unos buenos metros de distancia y dar un paseo en bicicleta. Son 31 habitaciones, distribuidas de manera natural, ya sea en la selva, al pie de la montaña o en la planicie con vista al río, cualquier habitación será una experiencia única.

Cuentan con todas las amenidades que debe tener un gran hotel, además de una terraza con hamaca, bañera al aire libre y algo que me encantó, ¡no tiene televisión, gracias a Dios!

En Belice nos espera una aventura llena de historia, gente amable, comida sorprendente, bebidas ancestrales, la majestuosidad de la selva y su vida silvestre en un lugar que alguna vez fue el mundo Maya.

Gastronomía de altura

Después de nuestro paseo, encaramado en lo alto donde el cielo es una especie de confidente, se encuentra Grove House, un restaurante de campo de tres pisos donde se ofrece cocina centroamericana y por supuesto de Belice en el que se refleja su nación y abarca una mezcla de etnias como la maya, garífuna, india, china y menonita, hecha con el amor y pasión de la que sólo nacen las mejores comidas.

Te sugerimos pedir en el desayuno Fry Jacks, son unos trocitos de masa de harina en forma triangular, acompañado de un plato con frijoles y huevos, te aseguro que te volverás adicto a ellos. Cena al aire libre, entre árboles y montañas lejanas.

Para cenar hay un lugar llamado Don Toñito’s, una pizzería al estilo napolitano, hechas a la leña en un horno tradicional, masa madre con su sabor más fuerte y complejo, lo que provoca una corteza generalmente más crujiente y por dentro una textura ligera y aireada. Su pizza de camarones es exquisita. No cabe duda que aquí ofrecen una sensación de autenticidad divina en el arte de hacer pizza.

Experiencias únicas

Una camioneta está lista para llevarnos a una zona donde habitan mayas y que podremos adentrarnos por unas horas en sus vidas. Estos intercambios culturales son mágicos y en esta ocasión me sorprende su gran respeto que tienen por la naturaleza.

Son pocas las personas que hablan otro idioma que no sea el maya, pero Pedro, nuestro anfitrión está muy interesado en poder mostrarle al mundo su cultura por medio de la gastronomía. Entre árboles de cacao, chile, frutas, cientos de plantas que usan para sanar, su huerto se pierde al pie de la selva, sus chozas las hacen con troncos de la región y palmas, todo encaja a la perfección y no desperdician prácticamente nada.

Su familia se ha unido a esta aventura, en la cual está su madre, esposa y hermanas. Los pequeños curiosos nos miran con interés, escondidos entre los árboles. La clase de preparación de cacao está lista y nos enseñan sus técnicas para formar una masita 100% pura, a veces la venden natural, con canela o azúcar.

Prácticas ancentrales

Nos ofrecen una bebida refrescante de cacao con maíz, muy parecida a lo que se consume en la zona del sur de México. Mientras entramos a su cocina para preparar tortillas y ayudar a servir un caldo de pollo con verduras y tamales.

En tres días no logramos hacer ni la mitad de las experiencias que maneja el hotel, para resumir un poco, pude dar un paseo en río en Kayak, recorrer los senderos por la propiedad que tiene infinidad de caminos, tomé un paseo en caballo, anduve en bicicleta atravesando los campos de toronja, exploré la gruta de St. Herman flotando en un gran salvavidas por su río subterráneo y, por último, una cena en lo más alto de la montaña con luna llena mientras el gigante de piedra duerme una noche más, nuestro viaje a Belice ha terminado.

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Fotografías por Umberto Estrada

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