Conocer una ciudad es rendirse ante la idea de absorberla por completo. Es entender que lo que se conoce existe en el ahora y que posiblemente lo que uno cree que conoce dejará de ser cierto con el paso del tiempo. Cada lugar tiene monumentos que han sobrevivido a la entropía, pero incluso su permanencia no los exenta de la transformación que ocurre a su alrededor.
Mi padre me cuenta de los días en los que llevó a mi tío a su trabajo en Televisa Chapultepec, hace más de 40 años. Me habla del gran edificio con las torres de radio sobre avenida Chapultepec y metro Balderas. Esos íconos permanecen, pero, a pesar de ello, no es la misma ciudad. ¿Quién podría imaginar hoy a un niño de 15 años, completamente solo, atravesando en auto toda la ciudad para recoger a su hermano?
Villoro y sus crónicas excepcionales
Para mí, son historias fascinantes: imaginar a mi padre, un hombre entrado en sus 60 años, siendo apenas un adolescente que mira sobre el retrovisor de esos grandes armatostes del pasado, pero manejando por las avenidas que yo tanto he circulado, pasando por los edificios que ya no existen, entre problemas que se quedaron atrás y otros que permanecen. Esa es la sensación que invoca el libro El vértigo horizontal, de Juan Villoro, una serie de crónicas acerca de la Ciudad de México.
El escritor se ha convertido en uno de los cronistas más relevantes del siglo XXI, y al hablar de la ciudad que se encuentra sobre un lago, pasará a la historia junto a los grandes como Carlos Monsiváis o Salvador Novo. La fortuna de leerlo ahora es que sus recuerdos sobre la ciudad nos hablan de un espacio en transición, algunos que se han transformado por completo y otros que aún tienen el aura de lo que Villoro comenta.
Crónicas de la Ciudad
Juan Villoro, de 67 años, vio a la ciudad crecer sin control. Al hablar de la colonia Mixcoac, hoy no muy lejos del centro de la ciudad, sus anécdotas parecen las de un pueblo apenas formándose, como si Macondo estuviera en la capital y las casas de Caña Brava se alzaran por primera vez.
El divorcio de sus padres es otra muestra del paso del tiempo, pues en su infancia era inaudito que los padres se divorciaran y él sólo conocía a otro niño que había atravesado por lo mismo. Tras la separación, lo llevaron a la colonia Del Valle. Esa colonia, llena de departamentos, parques y cafeterías locales, era un espacio de casas abandonadas y niños jugando en las calles sin supervisión adulta, donde raramente pasaban autos.
Nací en los años 90, y las historias de Villoro jugando en la calle son algo con lo que mi generación aún se puede identificar, pero, sin duda, sus anécdotas sobre esconderse en el camión del lechero y bajar hasta que fuera descubierto, para después averiguar cómo regresar a su hogar, es algo que yo nunca podría haber experimentado.
El vértigo horizontal, un nombre que nos recuerda la grandeza, a veces admirable, pero sobre todo imponente, de la mancha urbana, supone un viaje por la ciudad a través del tiempo. El libro es editado por Almadía con el diseño del magnífico Alejandro Magallanes y divide sus secciones en líneas del metro.
La historia personal del escritor se encuentra en la línea 1, “Vivir en la ciudad”; la línea 2 se refiere a “Personajes de la ciudad”, desde la definición de un chilango hasta el casi extinto oficio del merenguero, e incluso Paquita la del Barrio; la línea 5 nos lleva por “Lugares” como la zotehuela, el Ministerio Público, El Chopo, Tepito y más. En sus crónicas, Villoro nos lleva de estación en estación, descubriendo la ciudad a través de distintos ángulos que nos dan la seguridad de que nosotros también conocemos esos sitios ahora.
Nuevas realidades citadinas
El libro se publicó en 2018, poco después del terremoto del 19 de septiembre de 2017. Con la herida abierta y después de que él mismo viviera, no sólo el terremoto de 1985, sino también uno más en Chile el 27 de febrero de 2010 y el de 2017 en CDMX, el libro termina con el texto que escribió unos días después de la tragedia que reconfiguró nuevamente a la ciudad. Leer el libro es sentir frescas esas memorias, pero incluso ahora podría verse un poco desactualizado.
El mundo entero sufrió las consecuencias del Covid-19 en 2020, y la ciudad se convirtió en un extraño refugio para muchos. Las restricciones fueron mucho más relajadas que en otras ciudades, y muchos extranjeros se mudaron. Primero de manera temporal y después definitivamente.
Poco a poco, la ciudad intentó recuperar su ritmo habitual, pero la sombra de la gentrificación ya había hecho de las suyas y hoy la ciudad aparece en los rankings de las urbes más costosas del mundo.
El tiempo no para
El trabajo remoto, el incremento de capital de unos y las penurias de otros han hecho que la brecha de desigualdad sea mucho más notoria. Basta caminar por colonias como Polanco, Roma o Condesa y cruzar una avenida que divida la colonia con sus vecinos para entender cómo un código postal puede cambiar tanto el panorama.
El libro no lo muestra, pero Villoro ha escrito más acerca de estos cambios y no sorprendería si un día El vértigo horizontal se actualizará con las nuevas ideas del escritor acerca de una ciudad que se resiste a encasillarse en otra palabra que no sea caótica.
Como siempre, la gente dice que es imposible vivir en la capital, pero a pesar de eso, persiste. Los sitios se transforman y al mismo tiempo permanecen. Restaurantes centenarios del Centro Histórico han cerrado definitivamente; otros, como El Taquito (visitado por J.F. Kennedy, Marilyn Monroe, Diego Rivera, María Félix y más), se mudaron para encontrar una nueva oportunidad en una zona que no esté concurrida por puestos ambulantes que impiden el acceso. Las cafeterías de autor toman el espacio que hace sólo unos años las cervecerías artesanales ocupaban como la nueva moda “que nunca pasaría”.
La ciudad no perdona y sí olvida, y cada cambio que uno puede apreciar es prueba de ello. Incluso viendo hacia arriba, uno puede descubrir cómo las cosas no son como antes. A veces, caminar sobre avenida Reforma y ver al cielo es encontrar que hay otro edificio en construcción que vendrá a irrumpir el panorama al que uno ya se acostumbró.
¡Disfruta más Experiencias Verest!