Hace ya un par de años desde que dejé esas tierras en que todos los sueños se hacen realidad, no ha pasado un sólo día sin que anhele volver a respirar sus cálidos vientos, sentir la fresca brisa al caminar en el boulevard o sobre la fresca arena nocturna. Pocos lugares en el mundo me han enamorado de esa manera como lo hizo Bacalar y bueno, uno siempre debe volver a estos espacios en que amó la vida, por cliché que esto se escuche.
Sonaba una vieja canción del grupo musical Maroon 5 que forma parte del soundtrack de una película de 2016 en el celular; llevaba cerca de 2 horas esperando mi avión y no sabía exactamente cuánto tiempo más tendría que hacerlo, ya que los vuelos siempre se retrasan.
Los nervios me consumían, pero no por lo que estaba por venir, sino por la incertidumbre de no saber qué hacer exactamente. Mi destino era la ciudad de Chetumal, y créanme cuando digo que ese lugar era sólo el inicio de la historia.
Uno de aquellos muchos días que viví en esa ciudad, me decidí en compañía de algunos amigos, a visitar uno de los destinos más famosos del sur del estado de Quintana Roo, la Laguna de Bacalar. Como cualquier otro viajero me preguntaba qué tipo de lugar era Bacalar; ¿en realidad sería mucho más asombroso de lo que todos cuentan, o sólo es parte del ya legendario imaginario social? Esa y muchas interrogantes me arropaba el alma mientras hacía mi maleta de excusión. Sólo cargué con lo necesario: traje de baño, toalla, sandalias, llaves, teléfono y cartera. No se requiere nada más.
De la ciudad de Chetumal sale un taxi que cobra como $200 por viajar de ahí a la no muy lejana Laguna de Bacalar. Al llegar noté que el aire tenía un olor distinto del que se respira en Chetumal, por lo que sobra decir que es un aroma distinto al del aire en CDMX.
Ese cuerpo de agua de color azul rey, cielo y marino me dio la bienvenida a la también conocida como laguna de los 7 colores, Bacalar. Sus aguas son cálidas, poco profundas y sin corrientes fuertes que pudieran arrastrarte a las profundidades.
Su fauna es diversa tanto en colores como en especies; y mucho más, cuando la vida despierta al alba. Es un espectáculo en que cada especie tiene el papel principal; el sol nace en una hermosa y fugaz danza de no más de 8 minutos. En ese momento la vida inicia.
Las aves levantan el vuelo en busca de pequeños moluscos y peces que habitan este ecosistema; los peces aguja viajan camuflados entre el color del agua, mientras que ciclidos, moluscos, aves, arácnidos e insectos comienzan poco a poco con un día más en que deberán pelear con la naturaleza por su supervivencia.
El atardecer nos alcanza y parece inevitable librar la oscuridad de la noche, el inevitable deseo de mantener la luz, la vida y el fuego ardiendo. Pero la noche no sabe dar tregua, encandila a quien le huye y aleja a quien le añora.
Sus noches, esas noches en que miraba el bello cielo estrellado junto a ella, son noches en que la oscuridad no reina, sino la luz de las estrellas. La vía láctea ilumina los rostros de las criaturas que reptan la penumbra en espera de un aliciente de conciencia y amor; ilumina los rostros de los enamorados y les recuerda que su amor, así como el universo, será infinito mientras estemos en esta tierra. Estrellas que se encuentran en el desarrollo ecoturístico Cayuco Maya.
Publicado por Cayuco Maya en Miércoles, 19 de febrero de 2020
Estrellas que han de volver a mi mente, no sólo en forma de recuerdos, sino de imágenes, olores, sensaciones, sonidos. Al ver en sus ojos la luz de su mirar.