Todo comenzó con una pregunta imposible de responder: ¿cómo se mide la amistad en segundos? John Arnold y Abraham-Louis Breguet lo intentaron con engranes, barriletes, escapes. Hoy, dos siglos después, esa pregunta vuelve a surgir, no en un laboratorio ni en un observatorio astronómico, sino en el Watches and Wonders de Ginebra 2025, donde los guardatiempos se convierten en manifiestos y las manufacturas cuentan historias a través del tic-tac
Arnold & Son presentó el nuevo Constant Force Tourbillon 11 de Arnold & Son. Una caja de oro amarillo con un tourbillon que gira como una bailarina encerrada en un relicario y una esfera que parece flotante, esmaltada en blanco Grand Feu, tan serena que invade la melancolía el mirarla por mucho tiempo.
Todo vibra en 41.5 mm. El corazón, dividido en dos barriletes, late con una cadencia de 100 horas sin pedir nada a cambio, una reserva generosa como una amistad que nunca caduca. El fondo abierto muestra el calibre A&S5219, un zafiro sobre zafiro ,antirreflejos para mirar de frente a la historia. El movimiento, fabricado enteramente en La Chaux-de-Fonds, evoca el primer regulador con tourbillon creado por Breguet en 1808. Esa reliquia vive ahora en el British Museum y que en esta ocasión vive en la muñeca de once elegidos.
No hay alardes, sólo detalles que murmuran en voz baja: una esfera de horas en ópalo blanco, cóncava, como un pequeño cráter donde el tiempo reposa. Un escape de áncora suizo más preciso, más resistente, más contemporáneo, con un puente graneado y biselado que no necesita presentación, sólo contemplación y por supuesto una cita grabada a mano, como una promesa tallada entre generaciones: “To the revered memory of John Arnold and Abraham-Louis Breguet. Friends in their time, legendary watchmakers always”.

Constancia en movimiento
La caja, de oro amarillo de 18 quilates, conserva la calidez de los relojes que no quieren ser joyas, sino testigos. El fondo transparente con tratamiento antirreflejos permite observar cómo la jaula del tourbillon gira una vez por minuto, nada más, nada menos. Un ciclo hipnótico que transforma la técnica en danza. El tourbillon, inspirado en el reloj que Breguet regaló a John Roger Arnold como símbolo de respeto hacia su padre, se convierte en herencia mecánica. Un vínculo invisible que atraviesa siglos, museos, pulsos.
El tiempo no corre aquí. Se mantiene tenso como una cuerda de violín, sostenido por el mecanismo de fuerza constante que regula la energía con una precisión casi musical. Cada impulso está calculado, cada latido responde a una lógica que trasciende la necesidad de saber qué hora es. Porque para quien lleva esta pieza, la puntualidad no se mide en minutos sino en esencia, trasciende el momento y habita en el ser.


Y si el lujo es el arte de convertir lo invisible en esencial, el Constant Force Tourbillon 11 no es un reloj, es una respuesta. La única posible cuando alguien vuelve a preguntar: ¿cómo se mide la amistad en segundos?
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