En el árido corazón del suroeste estadounidense, donde el desierto pinta el horizonte con tonos cálidos y ocres, dos ciudades emergen como oasis de lujo y bienestar: Sedona y Scottsdale. Aunque separadas por apenas dos horas en automóvil, cada una ofrece una experiencia distintiva, uniendo el magnetismo natural de Arizona con la sofisticación del confort moderno.
Existe algo en la luz de Sedona que pareciera no pertenecer a este mundo. Quizás eran las colinas de roca roja, que al atardecer se incendiaban en tonos de ámbar y carmesí, o tal vez era el aire que olía a enebro y misterios antiguos. Al llegar a la pequeña ciudad, uno siente que ha cruzado a una dimensión paralela, un lugar donde los relojes marcan el tiempo de manera diferente, donde los pensamientos se entrelazan con los senderos de los cañones y los recuerdos invaden la mente y se desvanecen en un polvo rojo bajo los pies.
Caminos rojos en espiral
Tuvimos la fortuna de llegar justo cuando el sol lograba acariciar las rocas con sus últimos destellos, esa famosa hora dorada que los fotógrafos añoran día a día y que no podía pasar desapercibida. En el camino existen varios miradores que si uno no tiene cuidado, podría pasar horas y el itinerario podría apretarse demasiado. Sin embargo, al ser nuestra primera noche y no teníamos actividad alguna, decidimos aparcar cerca del Bell Rock.
Siempre hemos mencionado que la mejor manera de disfrutar un viaje es con una excelente planificación y como hemos leído también nosotros, “un viaje se vive 3 veces, cuando lo planeas, cuando lo vives y cuando lo recuerdas”.

Arizona cuenta con siete comunidades y doce parques, dos de los cuales son nacionales, lo que lo convierte en el estado con la mayor cantidad de sitios certificados como cielo oscuro por la Asociación Internacional de Cielos Oscuros en el Mundo, que de hecho hablamos con anterioridad en nuestra revista del mes de mayo.
Sabiendo esta información y estando en el lugar y las personas correctas, la magia se expandirá en todo tu viaje. Sólo imagina encontrarte en una ciudad donde puedas apreciar la vía láctea a simple vista, algo que no se puede experimentar en grandes ciudades con tanta luz a nuestro alrededor.
La hospitalidad y la naturaleza convergen
Después de unos tiros con la cámara, pláticas y café, decidimos por fin conocer lo que sería nuestro hogar por tres noches, Ambiente Landscape Hotel, una joya de la arquitectura sostenible que se fusiona con el entorno como si siempre hubiera estado allí.
Llegar a este santuario moderno es como entrar en un estado zen, Más allá de la belleza del lugar, la calidez del personal es algo que nos cautivó. Era como ver a familiares que tenía tiempo que no se veían y que en cada momento estuvieran al tanto de cualquier necesidad.

Los pabellones de vidrio parecen flotar sobre el paisaje, permitiendo que las montañas rojas sean las protagonistas. Aquí, el lujo no se ostenta, se experimenta a cada paso y en cada minuto. Sus suites son un refugio privado, envuelto en cristales que permiten que el sol, las estrellas y las formaciones rocosas sean parte de tu espacio personal, que incluye una terraza independiente en cada una de los atrios. Por el momento, lo único que importaba era tomar un baño en la tina, una copa de vino y un pequeño snack de cortesía.
Hay que llenarse de buena vibra
El día comienza temprano en Sedona, con el amanecer pintando las paredes de tonos dorados y naranjas, una paleta de colores que sólo este destino puede ofrecer. Desde la comodidad de tu cama, puedes ver cómo el sol despereza las sombras de la noche, revelando la majestuosidad de las Red Rocks, esas colosales formaciones de arenisca que parecen vigilar el valle.
Sin perder el tiempo, decidimos tomar un paseo matutino por los senderos que tiene el hotel, entre cactus y enebros. No es raro encontrarse con venados o escuchar el canto de los pájaros mientras te internas en el desierto, sintiendo la conexión con un mundo que parece lejano y antiguo, pero al mismo tiempo tan íntimamente presente.
Es hora del desayuno, así que date una vuelta en el restaurante Forty1 que dirige el chef David Duncan, para deleitarte de opciones bastante variadas con la primicia de productos frescos y locales, logrando en cada platillo una celebración de la tierra de la que proviene.
Limpiemos nuestro espíritu
Después de un viaje en avión y otro tanto en carretera, la siguiente parada obligada siempre será un spa. Sabemos muy bien que esta sección es de las favoritas de nuestros lectores, así que visitamos un lugar que nos había recomendado mucho y es el spa de The Wilde Resort, un refugio diseñado para devolverle al cuerpo la armonía perdida.
Las paredes, pintadas en tonos tierra, imitaban las formaciones rocosas del exterior. Al cruzar las puertas, el sonido de los pocos autos y de la gente, desapareció, reemplazado por una música etérea que parecía surgir de las entrañas mismas de la tierra.
En la penumbra del salón principal, una terapeuta me condujo a una sala donde el aroma flotaba como un eco de antiguos rituales. Lo único que tienes que hacer es cerrar los ojos y dejar que sus manos trazaran mapas invisibles sobre tu piel, liberando tensiones que ni siquiera sabías que estaban allí. Un viaje dentro del viaje, un descenso a un estado de quietud para prepararte para la siguiente aventura.
Cabe señalar que al llegar a Ambiente, te olvidas de tu auto rentado y simplemente te dejas consentir. Tienes acceso a transporte en cualquier momento para diferentes actividades, ya sea el spa, shopping, miradores, plazas o restaurantes. Y por cierto no cualquier auto. Después de ese relax, bien podrías tomar un baño para después darte un chapuzón en la alberca del hotel, sin embargo nosotros habíamos reservado un tour muy pintoresco.
Sedona y sus estrechos senderos
El outfit en esta aventura será muy importante, así que elígelo muy bien porque debes ir cómodo, fresco pero de igual manera llevar algo para protegerte del sol. Aquí los tonos rosa serán la paleta de colores ideal. Solicitamos una vez más el servicio de transporte para que nos llevaran al pueblo, donde si llegas una media hora antes podrás comprar algunos souvenirs, o el imperdible Black Cow Café donde sus helados como el de chocolate belga o sus pays te volarán la cabeza, pide el de Blueberry Crumb.

Cruza la acera y estarás en las oficinas de Pink Adventure Tours para primero recibir una plática de seguridad y adentrarse a lo más recóndito de Sedona, donde visitarás el Broken Arrow, el lugar donde se filmaron películas famosas del Oeste. Así como recorrer el Scenic Rim que incluye una vista panorámica de Schnebly Hill Road, el Mogollon Rim y descender por el Camino Sin Retorno para terminar en el Bosque Nacional Coconino.
El tiempo no para pero parece que sí
Nuestro guía, un hombre con ojos que parecían haber visto demasiados amaneceres, nos habló de las energías vórtices, esos puntos en el paisaje donde las fuerzas telúricas convergen y alteran la percepción. Mientras avanzábamos por los senderos estrechos, el camino parecía inaccesible, pero con la pericia de nuestro guía, logramos atravesar aquellas rocas que nos llevaran a nuestro destino.
Al llegar a una cima, nos detuvimos y descendimos en silencio. El mundo parecía detenerse, como si el tiempo se hubiera plegado sobre sí mismo. La vista era hipnótica: un océano de roca, inmóvil y eterno, se extendía hasta donde alcanzaba la vista. El viento soplaba suave, y en ese momento comprendí lo que el guía había intentado explicar: Sedona no era un lugar, sino un estado de ser. Un espacio donde lo mundano y lo místico se entrelazan, donde cada paso te lleva más allá de ti mismo.
Descendimos tres veces más para lograr fotos increíbles, para al final regresar y simplemente llamar a nuestros amigos de Ambiente para recogernos y llevarnos a descansar.
A deleitar nuestro paladar!!
Después de un baño y un relax, salimos a cenar a un lugar que se nos hizo muy especial. Hablamos de Tlaquepaque Village. El atardecer una vez más daba un toque mágico, envolviendo esta propiedad inspirada en el pueblo de Jalisco, sus boutiques con sus puertas de madera tallada y patios adornados con buganvillas, parecían transportarnos a algún lugar que ya conocíamos como una especie de deja vu.
Entre esculturas y pinturas que adornaban las galerías, uno podría perderse por horas, pero el hambre hacía un llamado a nuestro estómago así que nos dirigimos a René el fine dining por excelencia desde 1978, que ofrece una combinación inolvidable de exquisita cocina francesa en un ambiente íntimo y bohemio.
Al mando de nuestra cocina se encuentra el prestigioso chef Mercer Mohr, un exalumno del Culinary Institute of America, cuya visión ha convertido continuamente a Rene’s en un destino de sabores tanto locales como diversos sabores del Mediterráneo, que abarcan inspiraciones de España, Italia, Marruecos y Francia.
Tlaquepaque fusiona una versión muy particular de la cultura mexicana con la mística del desierto, creando un mosaico de colores y sensaciones que nos resultaron extrañamente familiares, como si hubiéramos estado aquí en otro sueño.
Esta historia no termina aquí
Nuestro viaje en esta aventura en Arizona estuvo llena de un crisol de actividades y momentos que vale mucho la pena compartir, para que no sólo lo compartas, sino que comiences en pensar vivirlo.

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