Un aire distinto se siente en la Riviera Maya entre octubre y noviembre, un perfume a cempasúchil que se mezcla con el sonido de la tradición. Del 30 de octubre al 2 de noviembre, el Parque Xcaret se convierte en el escenario del Festival de Tradiciones de Vida y Muerte. El festival honra la riqueza espiritual del pueblo mexicano. Es un punto de encuentro donde la memoria, el arte y la tradición se entrelazan para contar una historia.
La edición de este año celebra a Michoacán, el estado invitado, que trae la Fiesta de las Ánimas, una tradición que nació alrededor del lago de Pátzcuaro. Es un ritual que ha influenciado la cosmogonía de la festividad en todo el centro del país. Esta tradición no se queda sola. Dialoga de forma respetuosa con el Janal Pixán, el banquete de las ánimas del ancestral pueblo maya en la península de Yucatán. Es una oportunidad única para apreciar el valor del crisol cultural que nuestra nación ofrece.

El rito y la celebración: Un viaje de los sentidos
El festival, una celebración reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial por la UNESCO, es una experiencia inmersiva que estimula los sentidos. El parque se llena de una programación diversa y enriquecedora. Hay más de 60 espectáculos por día en 13 foros. Conciertos en vivo y más de 350 artistas. La experiencia se vive a través de intervenciones visuales, rituales y talleres culturales que conectan con lo más profundo.
La gastronomía se convierte en una de las protagonistas principales. Cocineras tradicionales mayas y purépechas, como Hanna Villa Gómez y Juana Bravo, preparan más de 50 platillos que cuentan historias. Es un encuentro gastronómico que celebra el terruño. Hay una compañía invitada de España. Presentan un espectáculo llamado Maestrísimo. Es una parodia vibrante y satírica que une el concierto de cámara con el examen. La música de la Sinfónica de Parque Xcaret cierra las noches. Se celebra la tradición con un concierto a las almas.
El festival que teje dos mundos
El festival tiene un compromiso real con la transmisión de la cultura. Los niños tienen un espacio formativo y sensorial, la Hacienda niños, que transmite la cultura a través del juego y sus más de 12 actividades. Su tema son las almas niñas en purépecha. Se llama las nacas. Hay talleres de máscaras, catrinas de barro, y leyendas purépechas. De esta manera, el festival forma a los públicos del futuro, un legado que se hereda.
El cierre del festival, el 2 de noviembre, es una fiesta en el Foro Gran Tlachco. El esperado concierto de Los Ángeles Azules pone el broche de oro a la celebración. La música de la banda sonora la noche, un toque de ritmo que se suma a la solemnidad de la tradición. Es la alegría de vivir que se desborda con la noche. Es un diálogo respetuoso de dos mundos que, aunque distintos, celebran lo que nos une.
El festival es una oportunidad irrepetible para conectar con el alma de México. Los visitantes locales, nacionales e internacionales se convierten en portadores de la tradición. El evento es un diálogo entre culturas que mantiene viva la memoria colectiva del país. Es un viaje que nos recuerda que la muerte no es el final.
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