Mérida nos recibió con un abrazo cálido, de esos que se sienten incluso antes de aterrizar. El sol filtrado entre las ceibas, las fachadas antiguas y el ritmo pausado de la ciudad parecían invitarnos a bajar el paso, a mirar con atención. Y fue justo en el corazón de Paseo Montejo donde esa promesa se volvió experiencia, al llegar al hotel NH Collection Mérida Paseo Montejo.
El edificio se levanta como una pieza contemporánea dentro de un paisaje clásico. A primera vista, sobrio y elegante. Por dentro, luminoso, cuidado, lleno de guiños al diseño moderno sin perder el alma local. Desde el primer saludo del personal hasta el perfume suave del lobby, todo invitaba a quedarnos más allá de lo planeado.
Nuestra habitación era una especie de refugio elevado. Ventanales amplios, cama mullida, textiles frescos, detalles pensados al milímetro. La ciudad quedaba a nuestros pies y, sin embargo, el silencio era absoluto. Fue fácil entregarse al descanso, pero también al asombro.

Cuando la cena se convierte en relato
Esa noche, bajamos a cenar con curiosidad. Sabíamos que en la cocina estaba el chef Hali C. Orihuela, y que su propuesta era un homenaje a Yucatán. Lo que no sabíamos era que cada platillo serviría como página de un relato sensorial que aún hoy recordamos con gratitud.
Todo comenzó con una crema de elote y tuétano, coronada con queso de bola rallado. Una entrada simple en apariencia, pero profunda, reconfortante, como la calidez de un abrazo. Siguió un aguachile rojo de camarón con sandía curada y sal de hormiga chicatana: un contraste inesperado y perfecto entre la frescura del mar y la tierra ancestral. El plato principal fue una joya: tostadas de venado, acompañadas con chilitos encurtidos y una emulsión de hoja santa. Cada elemento parecía estar en su lugar, como si la naturaleza misma hubiera dictado esa combinación exacta.
El chef no solo cocina, narra. Con técnica impecable y visión creativa, Hali logra traducir en sabores la identidad del sureste mexicano, explorando ingredientes con respeto, precisión y emoción.

Entre terrazas y cielos encendidos
Después de la cena, subimos al rooftop del hotel. La piscina, serena y perfectamente iluminada, reflejaba las luces de la ciudad. Un cóctel en mano, mezcal, cítricos, sal de gusano, un toque de humo y el cielo de Mérida encendiéndose en tonos naranjas y púrpuras. El momento se volvió una pintura viviente. El tipo de postal que uno no planea, pero agradece profundamente.
En ese rincón elevado, entendimos el verdadero lujo: no el que deslumbra, sino el que se siente. El de los detalles bien pensados, el de la atención sutil, el que te hace suspirar al recordar.

Un lugar para regresar
NH Collection Paseo Montejo es un espacio donde cada elemento, la arquitectura, el servicio, la cocina y la atmósfera está pensado para ofrecer mucho más que comodidad: está hecho para emocionar.
Nos fuimos con los sentidos despiertos y el corazón lleno. Y como con los mejores viajes, no nos despedimos, solo dijimos: “hasta la próxima”.
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