Parque Nacional Corcovado en Costa Rica

En las profundidades de Corcovado se vive lo natural

Existe algo hipnótico en la idea de visitar el Parque Nacional Corcovado, en Costa Rica, pero más allá de las típicas excursiones de un día, que en lo personal muy pronto debe haber un cambio por la cantidad de turistas que visitan el lugar. Ustedes saben que no nos gustan las multitudes, así que decidimos hacerlo con estilo y optamos pernoctar dentro del Parque Nacional y en un lugar muy especial: el campamento Sirena.

Para hacer cualquier actividad en este país, se supone, porque sabemos que hay personas que no lo hacen, debes contratar un guía certificado, y la verdad es muy agradable siempre contar con un local para aprender mucho más de cada lugar.

En este campamento te encontrarás no sólo con viajeros, sino con investigadores y científicos que llevan meses estudiando la vida silvestre del parque. Sus mochilas además de provisiones, también cargaban binoculares, grabadoras de sonido y cuadernos que parecían más llenos de sueños que de datos.

Una oda a la naturaleza

Nos asignaron lugares para nuestras tiendas en el claro principal. El campamento no tenía lujos: un espacio abierto, con literas sencillas para algunos y tiendas para otros. Todo está diseñado para coexistir con el entorno sin alterar su esencia. Allí, cada sonido tenía su origen en la naturaleza; cada susurro parecía cargado de historias que el viento robaba al bosque para entregarlas a nuestros oídos.

Antes de que el sol desapareciera, José, un investigador dedicado a estudiar jaguares, nos llevó a un paseo crepuscular. «Este es el momento en que la selva cambia de guardia», nos dijo. Mientras avanzábamos, el concierto del día fue sustituido por el canto de ranas y el aullido distante de un mono. La transición entre luz y sombra se sintió como un ritual solemne.

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Por la noche, alrededor de una pequeña fogata, compartimos historias. Emilio habló de un jaguar que dominaba un vasto territorio, y Amanda, otra investigadora, nos describió de los depredadores casi invisibles. Escuchar la selva era entender que es un sistema interconectado de vida que late con su propia lógica.

Cerca de la playa, vimos a un tapir, imponente y tranquilo, un gigante solitario en el corazón de la selva. Fue un instante que pareció detener el tiempo, en otras circunstancias hubiera sido diferente, pero en las cercanías del campamento, hay muchos animales que están acostumbrados a los humanos, que los ven sin inmutarse.

De vuelta en el campamento, el sueño se resistía a llegar

Permanecimos en nuestras tiendas, atentos a cada crujido y murmullo. Al amanecer, la rutina del campamento volvió a la vida, pero nosotros ya no éramos los mismos. Habíamos compartido una noche con el alma de Corcovado, guiados por quienes la estudian y protegen.

Dejamos la selva con los pulmones llenos de aire puro y el corazón enraizado en aquel rincón del mundo. Corcovado, es un organismo vivo que, si tienes el valor de quedarte a escuchar, te susurra las verdades más profundas de la naturaleza.

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