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Notas de humo y esencia: una noche en Mexcalísimo

En el corazón de la Ciudad de México, entre luces suaves y una atmósfera íntima, descubrimos que el mezcal no sólo se bebe, se escucha, se huele y se vive. Así fue nuestra noche en Mexcalísimo, una mezcalería que honra el espíritu del agave con conocimiento, historia y pasión. El lugar, que ya es conocido por tener etiquetas galardonadas y una cuidada selección de pequeños productores, nos abrió las puertas a una experiencia multisensorial que combinó el arte de la bebida con el arte del perfume.

Un brindis con historia

La velada comenzó con una cata guiada en la que aprendimos que cada sorbo de mezcal es un viaje al pasado. Nos explicaron las diferencias entre agaves, procesos y regiones, y cómo estas influyen en el sabor, el ahumado y las texturas. 

Degustamos etiquetas que han sido premiadas por su excelencia, con perfiles complejos que iban desde lo floral y lo herbal hasta notas de tierra, humo y hasta cuero. Más que una bebida, descubrimos una narrativa embotellada.

Los anfitriones de Mexcalísimo comparten cada etiqueta como si fuera una historia contada en primera persona. En cada copa, se sentía el respeto por el proceso artesanal, la tierra, el tiempo y, sobre todo, por los maestros mezcaleros.

Cuando el mezcal se encuentra con el perfume

La sorpresa de la noche fue la colaboración con el perfumista Agustín Er, quien nos guió por un viaje olfativo inesperado. Al centro de la mesa, frascos con esencias puras, flores secas, maderas, especias… y una pregunta: ¿a qué huele tu esencia?

Inspirado por los aromas que habíamos degustado en los mezcales, empezamos a crear nuestro propio perfume, una experiencia íntima. Agustín nos enseña a mezclar notas de salida, corazón y fondo, mientras cada quien conecta con sus recuerdos y sus sensaciones más profundas. Al final de la noche, te llevas a casa un perfume único, hecho por ti, que contiene algo de esa velada y mucho de lo que eres en esencia. Es una experiencia que activa todos tus sentidos.

Una de las etiquetas que más me cautivó fue Shuncu, un mezcal ancestral que nace de la amistad entre el francés Dominique Reveilhac y el mexicano Roberto Larrañaga. Dominique quedó fascinado por los aromas y sabores de este destilado, decidiendo entonces compartir con el mundo este elixir de dioses, un gran regalo para el planeta.

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Shuncu es una palabra zapoteca que designa al consentido de la familia, así es el mezcal con sentido que te hace sentir en casa. Desde su apertura al comienzo de 2025, esta marca es acreedora a tres medallas, incluyendo el oro en la concurrida cata ciega de la revista CAVA. Su producción comprende una gama de mezcales artesanales oriundos de Matatlán, la más grande de las mecas del buen mezcal.

Tapas, risas y comunidad

También cuenta con otros mezcales ancestrales provenientes de Santa Catarina Minas, la más pequeña de estas mecas en Oaxaca. Shuncu se puede degustar en varios restaurantes de prestigio así como en cadenas de hoteles. Un ejemplo de estos es L’Ostia, ubicado en el histórico inmueble de “La Privada Roja” en la colonia San Rafael, con una arquitectura de más de cien años que te hace pasar un momento inolvidable.

El restaurante L’Ostia es un espacio gastronómico que ofrece excelentes desayunos mexicanos, como los chilaquiles a la cazuela con picaña. También puedes encontrar desayunos franceses como los huevos benedictinos o españoles, como los huevos rotos.

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