Existe un lugar que se esconde entre el mangle y el mar, Fairmont Mayakoba, donde una celebración se aproxima, ahí dos tradiciones se cruzaran. Nos imaginamos navegando por sus canales, esas venas de agua que parecen guardar secretos, y a lo lejos vemos los preparativos, un ritmo que nos invita a la danza y un misterio de luz que envuelve el aire, como si los dioses del inframundo hubieran salido a pasear por la arena.
Nosotros, como periodistas de viaje, estamos a punto de ser testigos de una experiencia, una verdadera fiesta que parece un cuento del que no queremos despertar.
Fusión de tradición en el Caribe mexicano
De pronto, un murmullo de música y risas nos envolverá, un reencuentro de disfraces y altares que está a punto de suceder. La noche del 31 de octubre y la madrugada del 1 de noviembre, dos mundos se encontrarán con una picardía y solemnidad que solo en México se logra.
Los niños correrán con sus canastas por dulces, mientras los adultos subirán a la azotea para un baile elegante que celebrará el portal al inframundo. El ambiente se transformará, del “dulce o truco” a un reencuentro con los que se han ido, un verdadero banquete que honra la vida.


Un banquete para los que parten
La Laguna, uno de sus restaurantes sobre el agua, nos promete un espectáculo para los sentidos, un festín de sabores ancestrales. El aire se llenará con el perfume del cempasúchil, se oirán las risas de los comensales, mientras que, en el ambiente, las notas de mariachi se fundirán con los suspiros que le dan los últimos días de sol a la Riviera Maya. Se sentirá el ambiente festivo, el sabor, la calidez de un hogar mexicano.
En cada bocado, en cada melodía y en cada baile, el sabor a México se revelará y se presentará como una ofrenda a nuestros antepasados. Es una experiencia que tendrá el color de los panaderos, el sabor del mole o el toque de un aliento caliente de una taza de chocolate, una calidez de los que han partido y de los que seguimos por aquí.

El hotel, con su espíritu festivo, nos invita a celebrar, a vivir, a disfrutar de una de las fechas más importantes para los mexicanos y a honrar la memoria de quienes se han adelantado, haciendo de su partida un motivo de festividad. No hay melancolía, solo una celebración que nos abraza y nos invita a vivir el momento, a sentir la tradición, a dejarnos llevar.
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